miércoles, 19 de diciembre de 2007

Luz

He abierto los ojos.
Percibo la luz inundando toda mi habitación.
Es algo confuso, esos detalles no debieran ser perceptibles, pero están allí, esperando poder despertar mis sentidos. Acercarme a ellos, alojarlos en el hueco de mi mano, y poco apoco acercarme a ellos. Todo en mis manos, todo tan nítido. Sus colores, su tacto sobre mi piel. Poco a poco la yema de mis dedos se desliza contra la palma de mis deseos.
Respiro, y el aire fresco de la mañana inunda los laberintos de mi interior, como un huracán que barre todo pasado, y ahora, ya no importa nada. Los recuerdos, los miedos, los deseos, los terrores. Ahora la luz me ha devorado, ilumina los ríos de mi vida y los desfiladeros de mis sueños. La luz, la luz y el aire fresco de la mañana me han llevado allí donde no pienso en mi alma perdida.
Aquí, junto a las llanuras de la vida se alzan los montes de mis sueños. Todos repletos de densas arboledas cuajadas de frutos, todos esperando ser recorridos, repletos de eternas promesas.
Y la luz estalla, las yemas de mis dedos recorren la plenitud de mis manos.
Es la luz del día.
Hoy no he oído el despertador y el mundo me espera ahí fuera.

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